El último pintor que me ha seducido como su cartera: Egon Schiele.
Nace en Tully el 12 de junio de 1890. En 1905 su padre muere y es enviado a casa de su tío, quien pronto descubre su talento artístico. Estudió dibujo y diseño en la Academia de Bellas Artes de Viena. Frustrado por el ambiente conservador, en 1909, funda la Neukunstgruppe y conoce a Klimt. Para Schiele, Klimt era maestro y modelo de admiración. Para Klimt, Schiele era como un amigo.
En 1908, Schiele hace su primera exposición que es acogida con gran éxito.
En Schiele se manifiesta bien temprano su rechazo riguroso de la esquematización y del estilo liso y sin compromiso. Como consecuencia, todo lo expresionista se acentúa desenfrenadamente.
En 1911 entabla una relación sentimental con Valerie (Wally) Neuzil de 17 años. Juntos se van a vivir a Krumau (el pueblo de su madre), hasta que estalla el escándalo: es acusado por corrupción de menores. Y es que Schiele acostumbraba a tomar como modelos a los niños que se acercaban a su casa para retratarlos, a menudo desnudos o en posiciones obscenas. De ahí que sus obras fueran tildadas de pornográficas.
Después de una breve estancia en la cárcel Schiele volvió a Viena. Gracias a su amigo Klimt, obtuvo numerosos encargos y volvió a lo alto de la escena artística austríaca, llegando a participar en muchas exposiciones internacionales.
Conoció a Edith y a Adele Harms, dos hermanas de clase burguesa y tras cortejarlas, se casó con Edith en 1914. El matrimonio le dió estabilidad y resurgió una nueva fuerza pictórica influido por la obra del pintor Ferdinand Hodler. En 1918 participó con éxito en la cuadragésimonovena exposición de la Secesión de Viena, además de otras exposiciones en Zúrich, Praga y Dresde. En otoño de 1918 la epidemia gripe española asoló Viena. Edith, embarazada de seis meses, murió. Tres días después, el 31 de octubre de 1918, moría Egon Schiele a la corta edad de 28 años.
Las pinturas de Egon Schiele muestran el tormento del solitario, la necesidad de las caras de los afligidos, del dolor y de la desesperación del que padece, así como del desconsuelo del desamparado. Schiele también fue capaz, sin embargo, de elevar los aspectos subjetivos hasta la validez general. En él, el otoño se transforma en un símbolo de lo perecedero en los hombres y en las cosas. No sólo la materia animada, sino también la naturaleza inanimada se dotan de espíritu.
Tanto en las composiciones de figuras de Schiele, como también en los paisajes con árboles y casas, sin olvidar tampoco sus cuadros de ciudades, la forma de presentación es sustituida por una forma de experiencia extremadamente inusual; los estados de ánimo y los sentimientos se transforman en dioramas visionarios de trascendencia humana global que se dirigen directamente al espectador que los contempla.
Schiele consigue dar un nuevo contenido a lo más inusual. Era un colorista importante, un pintor y un artista de la pintura.
Alguna de las obras de Egon Schiele se encuentran entre las más caras del mundo
Gracias So 🙂